viernes, 10 de julio de 2009

Habia una vez un niño ...


Había una vez un niño…


El había nacido en tiempos de corrupción, en épocas donde la economía nacional no andaba muy bien, donde la delincuencia era pan de cada día, algún momento el estuvo en el colegio, cosa, que nunca pudo terminar, su padre, era un pequeño recolector de botellas, una noche, salió y nunca más volvió a saber de él, su madre, desde entonces se volvió alcohólica, y era él, cesar, el que tenía que hacerse cargo de sus dos menores hermanas.




Un día cualquiera, de julio, cesar se levanto muy temprano, el sol apenas brillaba , sus pantalones estaban colgados, un día antes planchados, su familia aun dormía, había un aire extraño por las mañanas, casi todos dormían, menos algunos, como él, se lavo la cara y salió con una sonrisa.


en la calle, el se ganaba la vida, como pudiera, observando, atento a cualquier oportunidad de ganarse un sencillo, esta vez, era estibador en el puerto de belén, cargaba pesadas cargas sobre sus hombros, en medio de la basura y la cumbia de moda, eran ya las 7 am, y como acto de magia, como programados, todas las personas salían, haciendo del puerto un laberinto multicolor y olor, las embarcaciones llegaban, el ya había hecho lo suficiente para el desayuno de su familia, fue a su casa y dejo lo necesario para que los seres que más ama, tomen un desayuno.
De regreso, en el colectivo, la pena le embargaba, cuando veía niños uniformados, los colectivos abarrotados de escolares, hay! Si cesar hubiera estudiado, su madre nunca le dio la oportunidad de hacerlo, los únicos años de estudio que el tubo, lo hizo gracias a su trabajo, el dinero de la matricula y de sus útiles escolares, iban a parar en las manos del cantinero, donde en medio de la “cachasa” y los “mapachos”, se perdia la oportunidad de estudiar.




Nunca tuvo tiempo para la chacota, para pensar en los juguetes de navidad, para su cumpleaños.
Una vez, un alcalde se había acercado a su lado , el Sr, con la cabeza pelada, le dijo que el le iba a dar a poyo, que no se preocupase, las flashes de la prensa dejaban cegado a cesar, el alcalde, le dijo que vaya a su casa, que ahí le iba ayudar, el muy iluso, se acerco, hacia esas puertas de maderas anchas, el alcalde nunca lo recibió, tenia cosas más importantes que hacer, le dijeron los tipos que cuidaban su puerta.

El nunca tuvo tiempo para sentimientos infantiles, lo único que él pensaba era ganarle la batalla al día, una día con tres comidas, era todo una victoria, un festín, el sol marcaba su cuerpo, y la marca de su ardua labor, eran los callos en sus manos.

De regreso a casa, suele sentarse con sus hermanitos, su madre, rara vez está en casa, el es el HOMBRE , el que debe sacar adelante a sus hermanas, da un suspiro profundo cuando ve sonreir a sus hermanitas, cuando estas juegan, el crece sin nada de esos lujos, porque para el, jugar, es un lujo que no se le permitió, añora con mucha congoja todo aquello que un niño debería vivir,

Había una vez un niño … que quería ser niño.